No sé si a vosotros os pasa, cazadores, que cuando veis cómo el monte se va artificializando, cómo se va humanizando, cómo se va eliminando la pureza… se os estremece el corazón. Me da pena cada vez que veo una finca vallada, me da pena cada vez que se construye una nueva carretera, un nuevo túnel, una nueva vía de tren que supone que se tengan que “romper” montes enteros… Y me niego a eso.

No soy muy mayor, pero con menos de dos décadas de vida, me ha dado tiempo a ver cómo el campo ha ido cambiando, y no a mejor. Cada temporada son menos los espacios abiertos, las líneas de monte kilométricas, esos lugares donde te podía entrar un cochino al puesto procedente de decenas de millas del sitio. Cada vez es menos campo, y más ciudad. La caza es cada vez más un negocio y no una actividad de disfrute, una actividad que te pone los pelos de punta cada vez que sales, que te acelera el corazón hasta límites insospechados. Se prima el dinero antes que la perdiz, los lujos antes que la esencia, lo fácil antes que lo puro. El ser humano se ha ido metiendo en un espacio que no es nuestro, y lo ha querido hacer nuestro, llevándose por delante todo lo que había.

finca-vallada

Me da pena, también, que cada vez haya más cazadores artificiales, más cazadores de fin de semana, más escopeteros… Me da pena que desaparezca el cazador verdadero, el de monte, el que lo vive de verdad. Me da pena que no se respete el animal abatido, que no se respete cualquier animal en definitiva. Afortunadamente, aquí todavía gozamos con una comunidad cazadora de muy buena calidad, amante de la naturaleza, cazadores conservacionistas, cazadores de los de verdad, de manos gruesas, arrugas y escopeta vieja. Pero me da miedo que esto acabe y que, entonces sí, desaparezca la caza, pues ya no será caza.

Me estremece el corazón, también, cuando veo miles de hectáreas de agricultura extensiva. Me da pena que antes ahí hubiese vida, y que hoy no quede nada. Me da pena que el ser humano se esté cargando, poco a poco, lo que queda de naturaleza. Poca gente hay que se preocupe por esto. El cazador, el conservacionista, el ecologista y el animalista (que aunque lo hace mal, lo hace con toda la buena voluntad del mundo) son las únicas figuras en esta sociedad que se preocupan, que se ponen delante de la gente poderosa como diciendo “aquí no pasáis”. Me da pena que solo seamos nosotros los que tenemos esa actitud.

No sé si será que soy un cazador muy romántico, cazador de escopeta superpuesta, canana, perro y al campo. Sin tapujos. No sé si será que he visto mucho cambio en muy poco tiempo. Lo que sí sé seguro es que la caza, los cazadores y la naturaleza, como todo, se va modernizando, y la caza, el monte y los animales no se pueden modernizar, perdería toda su esencia, toda esa pureza que nuestros abuelos y tatarabuelos han gozado durante sus épicas jornadas de caza. Se perdería la caza. Se perdería el monte. Se perdería todo.

 

Categorias: Blog, Opinión

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